Entré en la habitación que me habían dejado para descansar, era de colores
suaves y cálidos, la cortina era de color amarillo pastel, al igual que la
colcha de la cama. El mobiliario seguía siendo igual que al del salón y de toda
la casa: muebles de color rojizo tirando a marrón oscuro, con un pequeño adorno
en dorado.
Cerré la puerta y me quedé mirándola mientras repasaba en mi mente todos
los acontecimientos. Me volví hacia la cama y me lancé sobre ella apretando la
almohada contra mí; sentí cómo las cálidas lágrimas salían sin remedio; era
demasiado, de repente y demasiado. Muchas cosas que debía entender y hacer,
aunque todas se redujeran a lo mismo.
Y lo peor era que estaba asustada.
Saqué de mi bolso el Maât, y lo observé apoyada en la almohada tristemente.
Aquél objeto era la única ayuda, además de los pendientes, que mis padres
habían logrado que tuviera en mi misterioso destino, porque según la señora
Ximitxu, este era mi destino, tanto si lo quería como si no.
Cerré los ojos unos instantes, ¿quién sería la señora Ximitxu en realidad? Ella
no tenía ninguna piedra ni nada que yo hubiese visto para sobrevivir al
espacio-tiempo del que me había hablado. Aunque agradecía que estuviera en el
mismo lugar en el que había aparecido con Miguel para prestarnos ayuda, no
podía evitar el sentirme inquieta al no saber quién o qué era; y porqué sabía
tanto de este tema que yo ignoraba hasta el momento y el cómo conocía a mis
padres y la historia de mis antepasados.
¿Y qué iba a hacer con Miguel? Abrí los ojos suspirando descompuesta, me
sentía fatal por haberlo arrastrado conmigo, y encima, tendría que dejarle aquí
con la señora Ximitxu sin salir de la casa hasta que encontrara mi supuesto
uróboros… pero… ¿y si no lograba encontrarlo? Ya no era por mí… era por él…
quizás no volvería a verle por estar en otro diferente pliegue al estar
buscando mi objetivo, y encima, él se quedaría encerrado en esta casa con mi
anciana vecina… aunque…
Acomodé la almohada, noté el cansancio en cada parte de mí, cerré de nuevo
los ojos mientras pensaba en mi nueva pregunta: Si la señora Ximitxu había
viajado también en el tiempo y estaba aquí, incluso su casa era la misma que yo
conocía, al menos por fuera, ¿por qué no podía, simplemente, llevarme ella a
casa, y a Miguel?
-
Mummm – dije ya en voz alta adormilada.- se lo
preguntare… cuando despierte…
Pues todos se habían acostado: Mi vecina se había ido a su habitación
principal que estaba frente a la mía, Miguel se hallaba al lado de mi cuarto en
otro, en la habitación del hijo de la señora Ximitxu… ¿dónde estaría ese hijo?
Cielos… otra pregunta más para mi dolor de cabeza.
Esperaba que todo fuera un sueño.
______________________________________________
“La señora Ximitxu bajó los escalones a la planta baja, caminando hacia la
entrada, se acercó a él y cruzó sus brazos mirándolo regañona:
-
¿Hasta cuándo vas a seguir actuando como un humano?
El muchacho se giró hacia ella cerrando la puerta de la casa.
-
Hasta que deje de tener miedo.- le contestó con una
sonrisa.- No hay nadie alrededor que se haya dado cuenta de que está aquí.
La señora Ximitxu resopló negando.
-
Buena táctica, pero sabes que no me gusta engañar a
nadie, no me considero tan buena actriz, guardián. Y no deberías seguir
diciendo cosas que no sientes.
-
¿Quién ha dicho que yo no lo sienta? Me gusta de
verdad. Es por eso, mi querida Misaki- le dijo cariñosamente intentando evadir
el tema.- que aún me pregunto porqué decidiste sellar tu poder en esta casa,
eras tan hermosa.
Misaki Ximitxu, lo miró sonriendo.
-
Aún no lo entiendes, ¿verdad? Me enamoré, y quería
envejecer con él.
-
Pero él ya no está, Misaki.- le habló con cuidado de
no herirla.- Podía seguir siendo tu guardián entonces.
Misaki se acercó despacio y con esfuerzo al no tener su bastón para
apoyarse.
-
Siempre has sido el guardián más fiel, valiente y
fuerte que he conocido. Pero no he sido yo quien ha conseguido abrir tu corazón…-
tomó con sus manos el rostro del muchacho.- Querido… algún día también querrás
envejecer, ya lo verás.
Él tomó sus manos con ternura. La miró a los ojos reconociéndola como la
misma chica que un día tuvo que jurarle protección y ayudarla a encontrar su
uróboros… y la misma, a la que tuvo que abandonar, porque ella se había
enamorado de un humano.
-
Tu hijo, parece un buen muchacho.- le dijo franco.
Misaki agrandó su sonrisa al pensar en su primogénito.
-
Es un buen muchacho, sí que lo es.- le observó serena
desenganchándose de sus cálidas manos, recordando que alguna vez había tenido
sentimientos que no habían logrado penetrar en su coraza.- Es inteligente,
cariñoso, se parece mucho a su padre. Él es ahora lo más importante de mi vida.
-
Pero no tiene tu poder.
-
No lo necesita.- le contestó ella firmemente.
El muchacho la miró confuso.
-
No lo entenderé nunca, tienes razón, Misaki… - la
estudió sereno unos segundos, y desvió su mirar hacia arriba, a la habitación
de su protegida.- ella es hermosa, ¿verdad?
Misaki le dio la espalda sin dejar de sonreír, pues había visto el futuro
de su ex- guardián.
-
¿De verdad te lo parece?- le preguntó alejándose
despacio, paró un momento y le miró de lejos, aunque él no lo supiera, ella
siempre le observaba de esa manera. El chico seguía contemplando serio hacia el
mismo lugar.- No la hagas sufrir, Aión.- le dijo severa.- O esta vez, no podrás
perdonarte.
Aión la observó confundido. Guardó su báculo en un ligero movimiento de sus
manos. Volvió a buscarla, pero ella ya no estaba.
Subió los escalones que conducían a las habitaciones quedándose frente a la
puerta de su protegida; abrió con sumo cuidado de no hacer ruido y se acercó
para verla: Se había quedado dormida abrazada a la almohada con una mano y con
la otra sosteniendo el Maât.
Sonrió sin darse cuenta mientras tomaba un mechón de su pelo y lo
acariciaba.
-
…no…- él paró en seco extrañado mirándola, seguía
dormida.- no… no quiero ir sola… yo…
-
No irás sola.- le contestó sin pensar.
-
… yo… tengo miedo…
-
No lo tengas, - volvió a contestarle mientras se
agachaba sin poder dejar de contemplarla, le dio un suave beso en la frente.-
siempre estaré contigo.
El rostro de su protegida pareció suspirar aliviado. Se incorporó lento
caminando hacia la salida del cuarto, volviéndose una vez más para verla y se
marchó cerrando sumiso.
Misaki cerró los ojos durmiéndose complacida.”
__________________________________________
Abrí los ojos somnolienta. Aún sostenía el Maât, lo dejé a un lado confusa
mientras me llevaba la mano a la frente, pues había sentido que alguien me
besaba.
Me incorporé sin ganas mirando mi reloj, habían pasado cuatro horas desde
la última vez que le eché un vistazo. Abrí la cama y volví a meterme en ella
tapándome con las mantas.
Si todos mis sueños fueran como el que había tenido, no me importaría
seguir soñando…
Miré el techo pensativa, no debía tener miedo, alguien estaba conmigo,
aunque no supiera quién, pues lo había oído. Cerré los ojos una vez más
durmiéndome calmada.
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